Los pingüinos Adelaida tienen sexo entre machos, violan a las hembras, matan a las crías y practican necrofilia, se supo ahora, cien años después de esos descubrimientos del explorador inglés George Marray Levick.
Que ocultó sus observaciones para proteger a otros del horror de los detalles de esas revelaciones. Levick realizó descubrimientos en las conductas sexuales de esa especie de pingüino durante la expedición de Robert Scott al Polo Sur, que transcurrió en la Antártida largos períodos entre 1911 y 1913.
Levick pasó allí el verano de 1911-1912, cuando se dedicó a observar colonias de pingüinos Adelaida en la zona de cabo Adare. Fue por la impresión que le produjeron sus observaciones que decidió tomar notas en griego antiguo, en la esperanza de que sólo un puñado de sabios, acaso en condiciones de resistir las imágenes de sus descripciones, tuviera acceso a ese saber que se reveló ante su mirada.
Esa "terrible verdad", que un hombre de la época eduardiana no estaba en grado de divulgar, salió ahora a la luz, a través de las "cartas secretas" que contienen esas "depravaciones" sexuales de los pingüinos. En ellas se refiere el tratado que escribió en su regreso a Londres, que tituló "Natural History of the Adelie Penguin", que contiene el apartado "Sexual Life of the Adelie Penguin".
La agitada vida sexual de los pingüinos sólo fue conocida entonces por un puñado de privilegiados allegados al explorador. Es una copia de ese tratado, hallada por el curador de la sección de aves del Museo de Historia Natural de Londres, Douglas Russell, la que pudo conocerse ahora, junto con las cartas originales de la expedición de Scott. Russel hizo publicar esos documentos en la revista especializada Polar Record, que publica una edición crítica de los trabajos de Levick.
"El folleto observa y comenta la frecuencia de las actividades sexuales de los pingüinos, su comportamiento auto-erótico y la conducta aparentemente aberrante de jóvenes pingüinos, machos y hembras, que incluye la necrofilia, la coerción sexual, el abuso de crías y actitudes homosexuales", dijo Russell a la BBC.
Se trata de observaciones que hay que considerar como "exhaustivas y creíbles". Los documentos citan a hembras heridas por violaciones consumadas por miembros de esas comunidades de pingüinos, que abusan de los más pequeños frente a sus padres, causándoles a veces la muerte.
Entre las experiencias que más disgustaron al científico inglés fue una hembra muerta, tendida con los ojos entreabiertos, que está junto a otra hembra "obediente", que es apareada por un macho necrófilo. Quizás porque notó que los pingüinos antárticos tienen una semejanza brutal con los seres humanos: cometen, apuntó, también sobre sus dos pies las pasiones que les dictan sus impulsos sexuales.
El destino de la expedición tuvo algo del destino escabroso de las hembras y crías de pingüinos Adelaida: Levick, junto con otros cinco miembros del equipo de Scott, esperaba ser recogido por la nave Terra Nova.
Esta no pudo llegar en el tiempo previsto a causa de los bloques de hielo que se interponían en el trayecto. Por ello, a falta de víveres, el equipo de expedicionarios pasó todo el invierno comiendo grasa ("grasa cocida en grasa"), que lo impregnaba todo; las paredes de la gruta, las bolsas de dormir. En 1913 Levick regresó a Inglaterra, donde comenzó por contar las vicisitudes de su viaje. Sobre los pingüinos, prefirió esperar.
Fuente: elcomercio.com