Cuando en febrero Tomás Pardo Caro empezó a disfrutar de sus primeros permisos penitenciarios de fin de semana, Lucía volvió a temblar de miedo. Habían pasado 14 años desde que aquel joven atractivo y dulce con su entorno más próximo, la secuestró, violó y casi mata de un navajazo en el cuello. En febrero, Lucía contó a LaVanguardia.com que las cosas han cambiado y que destapaba nuevamente su baúl de los horrores “para que ni una sola mujer más sufra todo esto”. Se equivocaba Lucía. El domingo por la mañana la policía detuvo otra vez a Tomás Pardo Caro. Hizo exactamente lo mismo que hace 14 años. Asaltó a una mujer de 52 años cuando se dirigía a su coche, la amenazó con una navaja, la secuestró y la obligó a avanzar hasta una zona alejada y boscosa, la violó y cuando terminó le asestó una puñalada en el cuello. Creyó que la había matado. Y la abandonó.
La víctima se recupera de las graves heridas sufridas en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital del Vallès Occidental (Barcelona). La última información de los médicos que la atienden es que tras unas primeras horas luchando valientemente por su vida, la mujer sobrevivirá. Su presunto asesino pasará este miércoles a disposición judicial. Y algún responsable de Instituciones Penitenciarias que desde finales del 2015 ha autorizado los permisos para que Tomás Pardo Caro volviera a pisar libremente la calle, pese a no cumplir la condena de 25 años y medio que tenía, deberá dar una explicación. En algún despacho de la Conselleria de Justicia este martes se ha debido trabajar, pese a ser festivo, para hacer llegar a sus responsables en qué ha fallado esta vez el sistema para que otra mujer esté hospitalizada debatiéndose entre la vida y la muerte por unos hechos idénticos a los que cometió hace 14 años. Tomás Pardo ha asistido voluntariamente a los programas de rehabilitación de violadores que se realizan en las cárceles. Durante el último año salía a diario de la prisión para trabajar. Y en junio la junta de tratamiento de su centro dictó un auto favorable a los permisos de tres días. El juez de vigilancia penitenciaria se lo concedió. El violador disfrutó de un primer permiso, y este era el segundo del que disfrutaba. A juicio de los expertos, el hombre, al que la fiscalía pidió 40 años de prisión, podía readaptarse nuevamente a la vida fuera de la cárcel.
Lucía, la primera chica a la que violó, tenía claro que Tomás Pardo Caro volvería a hacerlo. Ella lo sabía. “Esa mirada era la de un asesino”. Hasta las horas de las agresiones coinciden. En el caso de Lucía eran las seis y media de la mañana cuando la mujer salía de casa para ir a trabajar. Tomás Pardo la abordó, le colocó una navaja en el cuello y la obligó a entrar en su coche. La llevó hasta un paraje forestal y la ató a un árbol. Con la navaja cortó la camiseta y el sujetador. La desnudó y agredió sexualmente. Dos horas después la desató y obligó a calzarse y ponerse los pantalones. Mientras caminaba tras ella, y Lucía pensaba que la pesadilla había finalizado por fin, le clavó la navaja en el cuello. Lucía le suplicó varias veces que por favor no le matara, se lo suplicó por sus hijos. Pero no sirvió de nada.
A la nueva víctima también la acuchilló en el cuello y arrojó después por un barranco de difícil acceso. Ella pudo enviar su localización a un amigo con el que había quedado esa mañana. Como tardaba, se alertó a los servicios de emergencia. Los bomberos tuvieron que participar en su rescate.
A diferencia de lo que pasó con Lucía, esta vez nadie pondrá en duda la versión de la nueva víctima. Aunque, como hace 14 años, él lo ha negado todo.
FUENTE: LA VANGUARDIA