Se cree que la costumbre de adornarse los lóbulos se originó en Asia Occidental alrededor del año 3000 a. de C.; los pendientes más antiguos que se conocen datan del año 2500 a. de C., y fueron encontrados en las tumbas reales de Ur, en la actual Iraq. Sus fines, de todos modos, no eran meramente decorativos: pueblos como los indios, persas, babilonios, hebreos, germanos, árabes y galos los utilizaban más como talismán y protección divina. Llevarlos encima se consideraba la manera más eficaz de alejar enfermedades y posibles influencias maléficas, o de propiciar los aspectos positivos de la vida. Tenían motivos muy variados, desde piedras y plantas hasta colgantes que representaban dioses, animales, vegetales u objetos concretos, y eran usados indistintamente por ambos sexos. Tras vivir un cierto declive en la Edad Media, recobraron su importancia. Hoy en día son un accesorio habitual para muchas mujeres, y cada vez para más hombres. |